Mujeres engañadas...


En una Familia de Tucuman se encuentran siete hijos, tres más grandes ya hicieron sus vidas y una nieta de dos años, la que les dejó Teresa, la hija de 16 que fue rescatada de un cabaret de La Rioja donde la tenían cautiva y la obligaban a prostituirse.
A Teresa los recuerdos la abruman, los gritos de las primeras violaciones, el sudor hediondo de esos cuerpos, las palizas y empujones para forzarla a que se drogara, las luces de neón, ese "mi amor" edulcorado que aprendió a decir a fuerza de tormentos, la amiga que la entregó a una red de explotación sexual. Un año y medio soportó esa esclavitud.

Teresa se vuelve una mujer rebelde, que contesta mal, pero su más notorio cambio se ve en su dormitorio, donde largos ratos se queda sentada en la cama y llora mucho. Estos cambios se deben a su paso por “La Rioja” y de sus “malas juntas”, de aquella que parecía una amiga y la entregó.
A esta muchacha, le ofrecieron un trabajo en una cuidad alejada de su pueblo. Haciéndole pensar que la sacaría de una serie de necesidades, Teresa decide aceptarlo, pero aquel sueño que la envolvía, que constaba en la ayuda de obtener una nueva vida se fue derrumbando muy rápidamente. La engañaron y la llevaron a “La Rioja”.
Allí la tuvieron encerrada en una casa y después la llevaron al prostíbulo. Teresa tenía entonces 14 años y los proxenetas amenazaban con matar a su bebé recién nacida si no hacía lo que le exigían: había caído víctima de una de las muchas mafias de trata de personas con fines de explotación sexual que operan en la Argentina, un negocio cuya dimensión no refleja ninguna estadística oficial, pero que, según los investigadores, no deja de crecer.

Informes denuncian que el negocio mundial de la trata de personas genera ganancias por 32.000 millones de dólares al año y que ya se ubica en el tercer lugar de un siniestro ranking internacional encabezado por la venta de armas y el comercio de drogas. Esos mismos informes indican que 5000 pesos argentinos es la cifra más alta que se pagó en la Argentina por una esclava sexual y 150 pesos argentinos el monto menor para explotarlas de por vida. Cuando la víctima es una menor, una niña, puede generar, ella sola, una ganancia de 130 mil dólares al año. En 2006, estiman, fueron objeto de trata unas 100.000 personas procedentes de América Latina y el Caribe. La trata de blancas tiende sus redes por múltiples países, ya sea mediante el engaño (trata blanda) o el secuestro (trata dura). Misiones, Corrientes, Chaco, Santa Fe y Tucumán son los lugares de captación, mientras que los lugares de destino por excelencia son las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Pero también se han identificado lazos con la trata internacional, en especial la ruta que lleva a España, donde fueron rescatadas jóvenes tucumanas.

El caso de Teresa es un ejemplo claro del modus operandi de estas mafias, que cuentan con aceitados mecanismos en los que se integran actores primarios y secundarios. Entre los primeros, los investigadores identifican a los "reclutadores", hombres o mujeres cuya función es captar a las mujeres para los prostíbulos a través del engaño o el secuestro. Cobran comisiones de entre 100 y 500 pesos (Argentinos), dependiendo de la "calidad" de la víctima, y casi siempre trabajan con "marcadores", que suelen ser taxistas, peluqueras o vendedores ambulantes que, a su vez, cobran unos 50 pesos argentinos por el dato de alguna joven con el perfil buscado.
El circuito se completa con los proxenetas ("maridos" o "madames"), que obtienen sus ganancias mediante la explotación sexual de una o más mujeres de su propiedad, y los regentes de los prostíbulos, que son los dueños o administradores de los locales, aunque estos últimos también pueden ser proxenetas.
Son denominadas comúnmente como “mujeres niñas”. Las llevan a un hotel o casa, un centro de "entrenamiento". Ahí las someten a las primeras violaciones para prostituirlas. Las que menos resistencia oponen, por miedo, por las amenazas, son trasladadas hacia las grandes ciudades. Las que más se resisten, la mayoría, van a los burdeles que están a los costados de las rutas. Se aprovechan de la falta de contención de las chicas, a las que convencen con promesas de tapas de revistas o castings.


Batalla personal

A Teresa la rescató la flamante División Especial de Trata de Personas de la policía de Tucumán, creada en julio pasado a instancias de Susana Trimarco, la madre de Marita Verón, una joven tucumana que fue secuestrada el 3 de abril de 2002 y que, se sospecha, habría sido vendida en 2000 pesos a una de estas redes. Su caso se ha vuelto emblemático por las derivaciones que ha tenido, con evidencias de connivencia tanto policial como judicial y política con las mafias de trata del noroeste argentino y de las conexiones que éstas tienen con otras redes que operan en el país y el extranjero.
Pero este caso también se volvió emblemático por la batalla personal que Trimarco viene librando desde hace cinco años. En la búsqueda de su hija, esta mujer llegó a infiltrarse en las mafias como prostituta, ayudó a liberar a más de 140 jovencitas y llegó a conocer como pocos el funcionamiento interno de estas mafias.
Las tienen marcadas, no eligen a cualquiera. Les pegan tanto... les ponen el revólver en la cola, en la boca; las queman con cigarrillos, las violan, y de esa forma las van sometiendo, después las maquillan, les tiñen el pelo, les ponen lentes de contacto para cambiar su aspecto; las hacen adictas y las obligan a venderle drogas al cliente.

La realidad es que son muy pocas jovencitas las que son rescatadas o logran escapar. Lo que hay que entender es que la muerte es el final del camino para la gran mayoría de estas niñas. Las que logran escaparse tienen gran probabilidad de sufrir multiples síndromes, además de trastornos disociativos y trastornos de personalidad diversos, como fobias y paranoias.
De las miles de jóvenes que desaparecen, hay unos pocos nombres que sacudieron a la sociedad. Uno de los más terribles se hizo público hace unos años cuando fue ventilado en el juicio y se conoció entonces la historia de Sandra, a quien el ex policía Jorge González, ex integrante de la Brigada Antisecuestros de la Policía Federal (hoy condenado a 14 años de prisión), había tomado como esclava sexual. Como la negativa de Sandra continuaba pese a las torturas, el ex policía la dejó esposada en una cueva, en donde la chica estuvo 15 días sin comer. Sus muñecas habían adelgazado tanto que pudo zafar de los grilletes y escapar.
El proxeneta regenteaba un cabaret en Inriville, Córdoba, en donde mantenía cautivas también a Betiana Zapata, de 19 años, y a Vanesa Payero, de 18, a quienes les exigía que "disciplinaran" a la rebelde.
Ellas también fueron juzgadas. "Le teníamos miedo porque nos golpeaba a todas, nos tenía encerradas, abusaba de nosotras cuando quería. Era Sandra o nosotras y nuestras familias, porque él sabía dónde vivían y decía que los iba a matar a todos”
Otras desapariciones de mujeres jóvenes fueron relacionadas también con las redes de prostitución. Florencia Penacchi, la estudiante neuquina desaparecida el 17 de marzo de 2005 en Palermo; Fernanda Aguirre, la adolescente entrerriana desaparecida el 25 de julio de 2004, la turista suiza Annagreth Wügler, la y una alemana desaparecida en Bariloche, Nicola Henkler.
El peso del dinero que mueve la esclavitud sexual hace que las intimidaciones de la mafia le lleguen a todos los actores, de un lado y del otro, que puedan coartar los negocios de las redes de trata. Tal es el caso de la jueza de menores de Moreno, Mirta Guarino, quien sufrió un atentado luego de procesar a una banda dedicada a la prostitución infantil, en 2004. Las tuercas de la rueda trasera izquierda de su camioneta habían sido aflojadas para provocarle un accidente.
Pero para Mercedes, la situación se le a hecho muy difícil. Hace ocho años que su hija Pamela, de 17, salió de Garmendia, a más de 150 kilómetros de la capital tucumana, a trabajar como empleada doméstica en la ciudad.
Mercedes muestra las tres habitaciones que "la Pame" estaba ayudando a construir, el techo que ya se voló dos veces con las tormentas, el horno de barro. Dice que hizo denuncias pero que su hija no aparece, que intentó suicidarse y que una de sus hijas, la que más extraña a Pamela, también. "Le puede pasar a cualquiera ¿vio? Pero no tengo plata, mis hijos me necesitan y tengo que luchar por ellos. Cuando llegan autos en busca de chicas para trabajar, yo los echo, les digo que tengo hijos todos varones", dice Mercedes, segura de que Pamela fue "marcada" y secuestrada por una red de trata. Su hija ya le había contado que una vez la quisieron meter en un auto y que salió a fuerza de rasguños; si hasta le había mostrado la piel de esos hombres que tenía en debajo de sus uñas, dice Mercedes.

Editado por: Valentina Toro

1 comentarios:

Women in the Art dijo...

Hola gente ! muy bueno su blog, excelente! me encanto todo lo que leimos :)

Publicar un comentario